Nos da gusto hablar de Quintanas Rubias de Arriba, escuchar lo que las personas mayores nos cuentan de su historia y de sus costumbres, escribir sobre las experiencias que vivimos en él, fotografiar sus rincones, compartir sus festejos y tradiciones, disfrutar de sus recetas gastronómicas, divulgar su cultura y participar en la vida comunitaria de relajada convivencia.
Podremos decir que somos QUINTANENSES y quedaremos adjetivados y agradecidos.
Digamos que quienes mejor nos definen son nuestros amigos los quintanenses vecinos de Quintanas Rubias de Abajo: "¿Qué tal por La Villa?", dicen. Y es que sus ascendientes les legaron esta atribución que usan ellos más que nosotros mismos.
Efectivamente, Quintanas Rubias de Arriba, La Villa, lo fue con jurisdicción propia hasta mediados del siglo XX. No hemos encontrado hasta ahora la carta fundacional de nuestra condición de Villa Real, pero seguro que este es un campo abierto para los jóvenes investigadores que nos continúen. Vayamos a un breve recorrido histórico.
Muy probablemente se dieron asentamientos celtíberos antes del año CERO pues nos rodean parajes con topónimos característicos: EL CASTREJÓN Y CASTROMORO. Además, es muy significativa la cerca de piedra caliza situada en La Muela, no lejos de la hermosa fuente de Fuentecortezo, posible cerrada para estabular a los animales.
En torno al siglo I, coincidiendo con el apogeo romano en la cercanas ciudades de Uxama y Tiermes, se ubicó un asentamiento, QUINTA, en la zona del mediodía donde actualmente vemos las bodegas, que se nutría de la abundante fuente que aún hoy denominamos fuente romana y que discurría a pie desde las inmediaciones del Barranco protegida en su primer tramo por un acueducto subterráneo (unos ciento cincuenta metros más arriba). La calzada romana discurre a un Km aproximadamente, por la zona de la Asomadilla, lo que justifica la ubicación del poblado seguramente como descansadero de viajeros y caballerías del trayecto Uxama-Tiermes. Además de un molino que encontró Casiano Fresno Navas y que donó al mueso Numantino de Soria, se encontraron paredes de sillería romana cuando se abrió la zanja para enterrar el cable del teléfono en la década de 1980.
De la época visigoda nos quedan topónimos, según nos explica Guillermo García Pérez, como Valdustanza (valle de Ustanza), o la Serna, dehesa comunitaria que sirvió de pasto al conjunto de bueyes y caballerías hasta la guerra civil española. Es posible que con la dominación árabe el poblado se trasladase al 'cerrete' actual para evitar las posibles inundaciones de la primera localización. Lo corrobora el hecho de la construcción de un muro de cal y canto en la zona del Barranco (antes mencionado), para proteger a la gran fuente.
En el Templo de San Andrés se encuentra una hermosa pila bautismal románica, lo que da idea del posible templo románico original ampliado luego a gótico (se conserva el arco central), y posteriormente, a finales del siglo XVI, completado con el retablo renacentista sobre el altar mayor.
Sabemos que desde el siglo XIII atraviesa nuestro término municipal un cordel trashumante, al que denominamos cañada real, de cuarenta varas de ancho (33m y 20 cm), que cruza la calzada romana por el mencionado paraje de la Asomadilla y que partiendo de la cañada real Occidental Soriana que conducía a Extremadura, derivaba los ganados y pastores en dirección Castilla-La Mancha atravesando Madrid. Su uso duró hasta mediados del siglo XX cuando los grupos de bueyes de la comarca de Tiermes bajaban a las ferias de El Burgo de Osma y de Berlanga de Duero. Es probable que entre los siglos XII y XIII alguno de los reyes otorgase a nuestro pueblo la condición de villa; de hecho las calles fundamentales se han denominado Real Abajo y Real Arriba hasta hace ocho o diez años que el Municipio de San Esteban de Gormaz aprobó un negligente edicto para la actual nomenclatura Calle Carretera y Calle Salida para Montejo. Los amillaramientos del siglo XVI atestiguan que los impuestos eran recaudados para el rey. Pensamos que a finales del siglo XVIII (el rollo de la plaza está fechado en 1798), el obispado de Osma consiguió integrar nuestra villa en su señorío. El escudo de la diócesis reza "señor de las villas de Osma, Ucero y las dos Quintanas Rubias". Quintanas Rubias de Arriba fue villa con jurisdicción propia (alcalde, juez y corregidor, amos de las tres llaves del arcón documental), hasta el primer tercio del S XIX; fue, seguro, de las villas más pequeñas de España en población y extensión, con este privilegio, y estuvo mancomunada con las Tres Casas de la Olmeda (Osma, Gormaz y San Esteban), con la villa de Caracena y la villa de Ayllón. La Cartografía del S XVIII demuestra que el término municipal era lindero con las diócesis de Sigüenza (villa de Caracena), y la de Segovia (villa de Ayllón). Aún se conservan hitos de ese deslinde: el mojón Blanco y el mojón del Gobernador.
El número total de hogares no varió considerablemente desde que tenemos datos. En la mitad del siglo XVI se contaban treinta y tantas casas, más o menos las mismas que hay hoy en día habitables. Alcanzó su mayor población en el comienzo del siglo XIX con 208 personas, y el mayor número de hogares en la década de 1940 con 52 casas habitadas. A partir de 1960 se produjo el éxodo a las ciudades industrializadas y desde ese momento la despoblación ha sido imparable hasta este momento en el que Quintanas Rubias de Arriba cuenta con tres empadronados y sólo dos vecinos en el crudo invierno. No obstante, se han rehabilitado casas y construido algunas nuevas, lo que hace ser optimistas de cara al futuro.
MI PUEBLO
Mi pueblo es pequeño,
pero es mi pueblo.
No me pertenece,
al contrario,
yo soy del pueblo.
Lo llevo tan dentro
que no me importa
que mi cara sea su espejo
o que me delaten
mis palabras
por su acento
Soy del pueblo
y de su sementera,
y lo grito a los cuatro vientos.
¡Viva esta villa,
viva mi pequeño pueblo!
El pueblo